Flores para los valientes

Plaza de Granada. Antonio Reverte, tras faena emocionante, a dos dedos de los pitones, se perfila para matar y cae a sus pies la flor arrojada por una mujer. La recoge, el toro se arranca y lo coge. Se levanta ileso y lo mata bien. Acabada la corrida, dejó la flor con un beso en la capilla a los pies de la Virgen. En la fonda sus amigos protestan, “¿no veías a lo que te exponías?”. Si no hubiera hecho lo que hice hubiera quedado como un cobarde, y a los cobardes no les arrojan flores.

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